Primera parte del articulo enviado por uno de nuestros compañeros en su paso por las calles de Cisjordania, donde generosamente comparte la experiencia como hermano latinoamericano, nacido en México. Contextualizando esta lejana físicamente pero a la vez cercana realidad, sufrir, lucha y resistencia del heroico pueblo Palestino agredido y oprimido por e Estado genocida Israel, este artículo sera publicado en dos partes dando comienzo con la primera de ellas.
Hace un par de
años, el presidente de la República Islámica de Irán emitió una enigmática
declaración ideológica donde designaba a la lucha contra la ocupación de los
Territorios palestinos por el Estado israelí, como la Madre de todas las
causas. Esa noción no apareció ahí por vez primera, y como asiduos de las
corrientes libertarias, estamos familiarizados con la defensa de la dignidad
del pueblo palestino. Mi nombre es
Víctor y soy mexicano, latinoamericano, por lo tanto. Recientemente realicé un
recorrido por ciertas ciudades de Cisjordania, enclave palestino más importante, hogar predominante del
movimiento de resistencia Al Fatah, actualmente en poder de la Autoridad
Nacional Palestina.
Primero que
nada, he de aclarar que contrario a la expectativa que pudiera generarse, no
fue una travesía riesgosa, el primer y más importante dato contextual es que en
Palestina, igual que en cualquier otro Estado (oprimido u opresor), se vive.
Las poblaciones tienen un ritmo pausado, con evidente desgaste, pero se come,
se va a la escuela, se compra, se profesa en general la economía de libre
mercado (nacionalista, indudablemente), y la aplastante minoría de los aspectos
diarios en la vida de las personas gira entorno al conflicto. Si bien eso beneficia los tintes anímicos de
las rutinas diarias, no puedo decir lo mismo de las implicaciones negativas
para el progreso y desarrollo, tanto económico como de todos las otras índoles
(salud, educación, cultura, deporte) que la ocupación acarrea.
Por poner
algunos ejemplos, pues claramente no intentamos enumerar infortunios, fijemos
que en el territorio oficialmente designado como Palestina, el control del agua
potable se encuentra bajo el control de las Fuerzas de la Defensa de Israel (IDF). La cantidad de
líquido que se destina a las poblaciones árabes y las colonias hebreas
ilegales, se encuentra en una proporción de 1 a 13. En una casa musulmana
promedio, el agua fluye por la tubería durante 4 horas cada Domingo. El resto
de la semana, deberá sobrevivirse con lo que se pueda aglomerar en un
reservorio durante el periodo de apertura. Normalmente, las familias no tienen
agua a partir del Jueves. En otro rubro,
las carreteras que conectan las principales ciudades palestinas sufren retenes
aleatorios, donde las IDF pueden detener el tráfico a discreción
con el cometido de “monitorear actividad terrorista”, con lo que desaceleran el
transporte de todos los bienes y servicios, con las resultantes consecuencias
en la organización comercial del enclave.
Todo esto sin
tomar en cuenta los daños humanos causados por las incursiones militares
directas, o el perjuicio psicológico de considerar a sus familias en perpetuo
estado de absoluta vulnerabilidad.
Para nosotros
como observadores internacionales, las faltas no son sólo cotidianas, sino
graves y persistentes. En una visión
general, establecemos rápidamente la necesidad de cooperación mundial para una
pronta resolución.
Sin embargo, en el caso
particular de esta moneda, existe otro lado que los pensadores de izquierda
tienden a deleznar en repetición. La postura del ejército Israelí responde a
fenómenos de confrontación directa que amenaza continuamente la seguridad de
sus ciudadanos. Contemplaremos esa perspectiva en la siguiente parte.
Palestina libre!!
Palestina Resiste!!
ColectivoContraGolpe
Luchamos por la Revolución Socialista
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