Llevamos tu abrazo puesto
como un chaleco antibalas, un chaleco moral como dijo Fidel
I.-
Hay físicos
cuánticos que concluyen que el espacio tiempo es un continuo único,
inmutable,
todo hecho ya,
por el que
transitamos nosotros, nuestra consciencia
Por eso
pienso que tal vez sigues todo el tiempo niño, recordando a tu bisabuelo
Maisanta,
el renegado
nebuloso y maldito del que oyes susurrar,
para que
finalmente tu tía al verte por primera vez te diga que Maisanta eres tú,
como las
viejitas de los campos perdidos del Apure
que por
primera vez conocieron un médico
dicen que
Bolívar eres tú,
que volvió de
nuevo porque vio que ya no dábamos más
Pienso en los
físicos cuánticos y me parece que aún estudias a Bolívar,
como un loco
y un paria,
mientras los
gallardos oficiales retratados en las revistas de ricos
compiten por
el carro más caro
y van ganando
la guerra de la patria contra sus hijos los pobres
Que sigues
alzado en armas contra las pesadillas de tu pueblo aquel 92’ sorpresivo
que me costó
comprender,
como me pasa
con los físicos cuánticos
Y sigues
siempre arrodillado frente a la espada de Zamora tras salir de prisión,
jurándole y
jurándote
patrias y
victorias
Parece cierto
que es todo el tiempo que rescatas nuestros corazones de la desconfianza,
rompiendo con
palabras sencillas
las
anestésicas disquisiciones de los eternos profesionales de la impotencia,
bien
preparados en Harvard
para decirnos
que no se puede, que no saben cómo,
que hay que
esperar
para volver a
esperar más,
a ver si se
nos olvida
y dejamos de
joder
Quizás los
físicos cuánticos tengan razón y no sea locura
este
escucharte una y otra vez, diciendo: “Yo no voy a traicionar un pueblo cien
veces traicionado”
Y los dueños
del dolor no pueden levantar el teléfono y llamar al Presidente
para que les
resuelva
su problema,
ni los reyes
de España, ni los altos técnicos del Fondo Monetario,
ni los altos
ejecutivos de sepa dios qué negocio de meter balas
en los
cuerpos del pueblo
Que ni lo
conocen al indio éste, qué quién será
Y tienen
razón porque los Uahibos van por las calles de Caracas y por los salones de
Palacio de gobierno con su “Chivez” al que adoran
Y esa
indígena que se echó al río hace tantos años, con su bebé en una mano y un
puñal en los dientes
y la ira en
sus ojos por tu uniforme de oficial
te llena de
tristeza y te hace estudiar la historia, y te hace buscarlos y ponerte a su
servicio
Y ellos te
dan su arepa de maíz en calabaza
Y son parte
de la multitud que derrota paros petroleros, paracos colombianos,
guarimbas
bien pagadas,
interminables
batallas electorales digitadas con mano ajena,
Y ahora por
fin compran barato lo que necesitan, y estudian,
y se curan,
y tienen su
tierra y el derecho a mandar en ella
y a soñar en
ella
y a ser
condenadamente dignos en ella,
cuánticamente
felices
en ella,
y sí se
podía, carajo
Siempre se
pudo, no necesitamos
que nos lo
digan los físicos cuánticos
II.-
Hoy fui al cuartel de la montaña, la
colina de Chávez como la llaman ahora
Hoy volví a subir el cerro de la 23 de enero como a veces hace muchos años
Hoy me recordé deseando venir a Venezuela para ver una revolución
triunfante y a la ofensiva, antes de morir
Hoy volví a subir el cerro de la 23 de enero como a veces hace muchos años
Hoy me recordé deseando venir a Venezuela para ver una revolución
triunfante y a la ofensiva, antes de morir
Vi las banderas de todas las patrias que
declaraste una, vi el cañón
centenario que mandaste reparar y ahora disparan cada día a la hora de
tu partida
Vi al adorable perrito que salió nadie sabe de dónde para ponerse
delante de tu féretro y caminar los 15 kilómetros hasta ésta tu última
morada
Se llama Nevado como el perro de Bolívar, aunque mucha gente le llama
Guardián también
Vi la guardia de honor que te rodea, como los hermosos sublevados ese
día del 4 de febrero de 1992, muralla de uniformes
y pobladas enamoradas a primera vista
Vi los patios y veredas por donde te sacaron detenido
No era la primera vez, ni sería la última
Quizás por eso también dijiste ‘por ahora’
Vi las ventanas del cuartel que miran las otras ventanas de tu
despacho en palacio de gobierno,
como trazando la geometría misma de la historia de tu pueblo
Vi flamear las banderas con el viento de la tarde y te pedí que
flameen así los pueblos también
centenario que mandaste reparar y ahora disparan cada día a la hora de
tu partida
Vi al adorable perrito que salió nadie sabe de dónde para ponerse
delante de tu féretro y caminar los 15 kilómetros hasta ésta tu última
morada
Se llama Nevado como el perro de Bolívar, aunque mucha gente le llama
Guardián también
Vi la guardia de honor que te rodea, como los hermosos sublevados ese
día del 4 de febrero de 1992, muralla de uniformes
y pobladas enamoradas a primera vista
Vi los patios y veredas por donde te sacaron detenido
No era la primera vez, ni sería la última
Quizás por eso también dijiste ‘por ahora’
Vi las ventanas del cuartel que miran las otras ventanas de tu
despacho en palacio de gobierno,
como trazando la geometría misma de la historia de tu pueblo
Vi flamear las banderas con el viento de la tarde y te pedí que
flameen así los pueblos también
Recordé a Neruda que preguntó a Bolívar en
este cuartel de la montaña
¿Y yo qué puedo preguntarte, Comandante Presidente, si nos trajiste
más respuestas de las que pudimos imaginar?
¿Y yo qué puedo preguntarte, Comandante Presidente, si nos trajiste
más respuestas de las que pudimos imaginar?
Bajé de tu colina y de la 23 de enero, se
me caían de los bolsillos
del corazón gratitudes
y escuelas políticas, largas caminatas por esas reservas del Apure que
declaraste intocables, talleres de la Constitución Bolivariana y de
cooperativas
del corazón gratitudes
y escuelas políticas, largas caminatas por esas reservas del Apure que
declaraste intocables, talleres de la Constitución Bolivariana y de
cooperativas
Cuando supe que sí era cierto el milagro
de los panes y los peces
porque hacer justicia es hacer milagros
porque hacer justicia es hacer milagros
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