Los
comandantes Nicolás Rodríguez Bautista del ELN y Timoleón Jiménez de las FARC
envían un saludo a toda la familia insurgente colombiana
Comunicado.
Por Nicolás Rodríguez Bautista ELN y Timoleón Jiménez, FARC-EP
Comunicado.
Por Nicolás Rodríguez Bautista ELN y Timoleón Jiménez, FARC-EP
Con motivo del fin de año, al enviar un saludo fraternal, cálido y revolucionario a todos los guerrilleros, milicianos, organizaciones políticas clandestinas y en general a toda la familia insurgente de las FARC-EP y el ELN, los comandantes de las dos fuerzas queremos destacar el inmenso esfuerzo unitario que hemos venido cumpliendo, y que nos hemos comprometido a sostener hasta el triunfo de nuestras mutuas aspiraciones políticas y militares.
Comienza a correr pronto el año 2014, en el que el ELN y las FARC-EP cumpliremos cincuenta años de lucha indoblegable por una patria socialista, soberana, democrática, fundada en la justicia social y el desarrollo humano. Nacimos de la misma semilla, la rebeldía y resistencia heroica de nuestro pueblo, y hemos crecido como un árbol gigante con dos troncos, que ha permanecido fiel a los intereses de los marginados, enfrentando sin tregua las políticas económicas antipopulares y la salvaje represión con que la oligarquía dominante en nuestro país, ha impedido el florecimiento de una alternativa democrática por los cambios necesarios para nuestra liberación nacional.
Creemos firmemente en la necesidad de reconocernos cada día más como integrantes del mismo flujo histórico y político, como hermanos, compañeros y camaradas que apuntamos nuestras armas y estrategias en la misma dirección. La unidad no sólo cuenta como necesidad estratégica sino también como imperativo moral, patriótico y popular. Y debe materializarse mucho más allá de las declaraciones políticas y los abrazos, manifestarse en la efectiva desaparición de las prevenciones entre mandos y combatientes de una y otra fuerza, expresarse en el permanente respeto, afecto y solidaridad, en los esfuerzos incansables por concertar y consensuar puntos de vista en las cuestiones concretas del trabajo organizativo, en la relación con las masas y la población civil, en el tratamiento a los problemas que puedan generarse por enfoques distintos en materias financieras, en las naturales contradicciones que el trabajo revolucionario puede originar en la cotidianeidad de la vida práctica.
En la medida en que la realidad se nos presenta siempre novedosa y rica en posibilidades y opciones, estamos obligados a generar una ética mutua de entendimiento. Sencillamente debemos asimilar, sin ninguna clase de reticencias, que si bien pueden aparecer posiciones contrarias en uno u otro aspecto, nuestra vocación, nuestro talento y tacto revolucionarios han de hallar siempre el camino para saldarlas de modo positivo, de manera tal que signifiquen siempre la superación de las dificultades y la aproximación incesante de nuestros modos de pensar y trabajar. Atrás, en un pasado cada vez más remoto y repleto de experiencias, deben quedar para siempre los tratamientos incorrectos a nuestras contradicciones, así como las actitudes negativas de algunos integrantes de nuestras fuerzas, que en gran modo condujeron a agravarlas.
Manuel Marulanda Vélez y Manuel Pérez Martínez son dos héroes inmortales de la lucha popular y guerrillera en Colombia y Nuestra América. Dirigieron durante muchos años con sus espíritus abiertos y visionarios el desarrollo de nuestras fuerzas y su actuación política militar. Siempre habrán de servirnos como referentes de lo que significa toda una vida de esfuerzos y sacrificios por la causa de nuestro pueblo, de claridad deslumbrante en cuanto a la comprensión de nuestros pasos como parte de la incesante lucha de clases que enfrenta a los pueblos con sus explotadores. Somos también fruto de su tesón y ejemplo. Estamos obligados a culminar su obra.
Es por ello que al comenzar otro año de nuestra hermosa y heroica lucha debemos exaltar la memoria de todos aquellos de los nuestros que cayeron en el campo de batalla. Recordar y dignificar a quienes perdieron la libertad en cumplimiento de sus tareas. Estimular y alentar a los que se encuentran heridos o enfermos. Todos ellos, con su sangre y energía escriben la historia de un pueblo alzado contra las injusticias. Y tejen el futuro de reivindicaciones y alegrías.
Nuevas tareas, nuevas misiones, grandes retos nos esperan. Los enemigos de nuestro pueblo se arman y preparan con dedicado celo, con el objetivo cuidadosamente calculado de aplastarnos. Sin hacerlos grandes o sobrestimar su poder, debemos tener la claridad suficiente para entender que sólo unos revolucionarios altamente calificados ideológica, política y militarmente pueden asumir con éxito la labor histórica de enfrentarlos con éxito y vencerlos. Para ello cuenta sobremanera la fidelidad a nuestros principios, el esfuerzo permanente por estudiar y prepararnos en todos los campos, la convicción inquebrantable de aplicar la disciplina y las medidas de seguridad en todos los momentos y circunstancias, recordar que no somos nada sin las masas, sin su apoyo y trabajo organizado. Entender por tanto la importancia de tratar la población con el máximo de respeto y cariño, condenar sin vacilaciones cualquier conducta que atente contra sus intereses, evitar a toda costa las imposiciones y órdenes con ella. Nuestra gran tarea consiste en aportar con alto esmero a sembrar conciencia en nuestro pueblo, Contribuir a organizarlo, unirlo y alzarlo a la lucha. Eso no puede hacerse a las malas, sino por la vía de la persuasión.
Quisiéramos referirnos por último a nuestros esfuerzos por concretar las vías del diálogo para encontrar una salida política al largo conflicto armado que vivimos en nuestra patria. No podemos perder de vista que es el pueblo, el conjunto de las clases explotadas y marginadas, junto a los llamados sectores medios, suficientemente conscientes y unidos en un poderoso esfuerzo político o militar, los llamados a arrebatar el poder a las oligarquías gobernantes e iniciar la construcción de una sociedad y un Estado más justos y humanos. Todos los esfuerzos nuestros, como revolucionarios, apuntan en esa dirección. El carácter antidemocrático y violento del régimen colombiano ha impedido el desarrollo del trabajo político, en el grado requerido para que la movilización popular pueda estremecer sus cimientos. Esa ha sido la razón fundamental de nuestra apelación a las armas.
La vía de la solución política pretende entonces abrir una enorme brecha en ese régimen, mover al movimiento popular a derribar las murallas de la intolerancia, a crear las condiciones para que se desate y florezca un poderoso movimiento alternativo, capaz de transformar de una vez por todas a Colombia. La bandera de la paz con justicia social y democracia no puede ser entendida como la desmovilización y entrega del movimiento guerrillero, sino como la concreción de profundas reformas en los campos económico, político, institucional y social. Por eso adquiere tanta importancia la lucha por la paz en nuestro país, sobre la base de que son el Estado y las clases dominantes los únicos responsables de la violencia, el atraso y la pobreza reinantes en Colombia.
Los diálogos de paz, concebidos como una gran apertura para que las guerrillas amplíen los espacios para hacer política, se acerquen más a la población y continúen conquistando el corazón de la gente colombiana, pueden convertirse en el más poderoso factor de agitación y organización popular. El pueblo consciente y organizado sabrá qué le corresponde hacer entonces.
Por eso las dos fuerzas estamos trabajando de lleno por concretar los diálogos de paz, lo cual no resulta fácil frente a un gobierno profundamente reaccionario, neoliberal, comprometido hasta el tuétano con los intereses de las transnacionales y el imperialismo norteamericano, militarista, guerrerista y oligárquico. Un gobierno que tras su discurso público de paz lo único que ambiciona es la rendición de la insurgencia, su sometimiento, para quitar definitivamente ese obstáculo a la hegemonía del gran capital y el latifundio. Sería mucho más fácil si lográramos contribuir a la instalación de otro gobierno, de índole democrático, abierto a nuevas perspectivas. De ahí la importancia de trabajar simultáneamente en esa opción.
Cada una de nuestras fuerzas empeña sus energías por separado, trabajando arduamente con sus bases, animada por la voluntad de acumular la mayor cantidad de energías populares, inspirada por la convicción de que los dos torrentes tendrán que confluir más temprano que tarde. La movilización de nuestro pueblo juega el papel fundamental en el camino a construir la Nueva Colombia que soñamos, y es por ello que materializar la mayor convergencia posible de masas resulta una necesidad vital.
ELN y FARC-EP estamos comprometidos a incrementar nuestro trabajo en ese sentido, y todos los integrantes de las dos fuerzas estamos obligados a asumirlo así en cada una de las tareas grandes y pequeñas que nos imponga la lucha.
Reciban todos, nuestro abrazo combativo de navidad y año nuevo.
Diciembre de 2013
NICOLÁS RODRÍGUEZ BAUTISTA y TIMOLEÓN JIMÉNEZ
¡Ni un paso atrás!… ¡Liberación o muerte!
¡Contra el imperialismo!… ¡Por la Patria! ¡Contra la oligarquía!… ¡Por el pueblo!
Esa es la política revolucionario compañeros: los diálogos de paz con los opresores.
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